Au Pérou, le détective Juan Avila mène son enquête au sein de la bonne société de Lima, où il sera confronté à des meurtres, des trafics d’antiquités précolombiennes servant au blanchiment d’argent de la drogue, à des malversations financières et des conflits d’intérêt, dans lesquels trempe même l’élue de son cœur.
Atrás de la cortina de niebla, se esconden los cerros pelados, negros, tristes. El sol se hunde en las entrañas de la tierra. Los ultimos destellos rojizos iluminan las casuchas del asentamiento humano Santa Monica, en Ate Vitarte. Un conjunto de viviendas de madera, de laminas, de adobe, de esteras, algunas ya con paredes de concreto, grises como las rocas de los cerros, grises como el polvo que penetra cuerpos y almas.
Un aullido desgarró la húmedad oscuridad de la jungla. Santiago Coj Saquic se levantó, cogió su vieja escopeta de una sola bala, y salió del rancho.-Rare’ xpetic, pensó. Ha regresado, Balam, el jaguar. Ha regresado.
Conocí a Eduardo Quispe en circunstancias extrañas. En aquella epoca, yo estudiaba antropología en la Universidad San Marcos, y me había tocado un trabajo de investigación en el campo. Tenía que pasar algunos meses en una zona indefinida, entre la sierra y la selva del Amazonas, una tierra aislada, donde la radio y la televisión no habían aún llegado, y donde los pobladores, en su mayoría, no hablaban español.
« Vers 1967 ou 1968, il y eut en Indonésie une soudaine sensation de liberté », écrivit le poète Goenawan Mohamad. En effet, l’ère Sukarno s’achevait et, avec elle, de nombreuses années marquées par une poésie fondée à la fois sur la spiritualité traditionnelle et sur le sens de l’histoire et du progrès.